Si intento quitar la neblina de mi rostro, puedo ver con claridad la noche, la locura que supura la madrugada; caminaba agitada, ansiosa, restaurada...Todos los lugares estaban cerrando; pero, de cada una de las cuadras salia música, manejada por algún borracho que quería gozar, se escuchaban los gemidos casi adoloridos de las mujeres, los gatos negros empezaban a ser los dueños de las aceras.
Estoy en una ciudad extraña, donde cada uno de los esquizofrenicos lo recrean todo en esta hora; los poetas no concilian el sueño, pensando en sus musas; las musas, son insomnes descaradas. pero yo soy una humana saturada, observadora y atenta a las rarezas de esos locos, pero yo no lo estoy; porque cuando acaba la madrugada, vibro en un sueño, voy al subconsciente, me refugio en los inventos, y salgo limpia de la noche. Cuando bebo demasiado no siempre puedo curarme, pero no soy tan robotica como para olvidarlo, yo me libro; yo soy libre y me lleno de esa luz solitaria, de esos deseos plasmados, de la melomania que me va adormeciendo, de la fotofobia que me lleva a morbosidades de belleza, de cuerpo entero, que soy yo y la soledad.
De egoísmos, esta ciudad me sabe a ego, a carácter petulante, a resguardo herrado de incapaces, a personalidades impersonales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario