domingo, 20 de mayo de 2012


Solo yo sé de su dominio sobre el mundo: acaso no se han fijado que junto a su hogar, la calle, yo he puesto mi mirada, le he analizado durante décadas. Él sigue siendo igual de irreverente, una vez fue arrastrado por sus vicios hasta una esquina sombría, en donde hallo una “vendedora de orgasmos” ella le dio un par de palmaditas y el callo con sus hilos sobre una telaraña seductora de placer, cuando el acto acabo, le bordo un vestido de matices rojos  para que se pusiera todos los jueves en adelante.
Al siguiente día lo vi con la mirada perdida, el paso lento, una mochila rota y un papel entre sus dedos; le trajo una carta de desolación a la prostituta, ¿pero ella que hacia si solo sabia vender gemidos? como le guiaba a través de mis piernas hacia la plenitud, si hasta en su profundidad no hallaría paz.