lunes, 25 de abril de 2011

no recuerdo cuando perdí la cabeza, solo se queme fui destrozando las uñas sin compasión mientras ella rotaba en el centro de la mesa como una ruleta que nos daría el numero de la suerte; o de la desgracia en su defecto.
sin cabeza, pude ser el guinete temido que creaba caminos
con conmovedoras herraduras para salvajes almas anduve
en los libros de maravillas y las mochilas deshilachadas...
sobrevivimos algunos.
en las canciones hoy abundantes, en las tumbas y entierros
perdimos todos la cabeza.
y los cuentos de los reyes y las manchas de pintura...
todo ello fueron rastros de nuestros ágiles reflejos.

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