A ojos vendados
[Tercer cuaderno 26 octubre 2010]
La cuerda rechinaba moviéndose de un lado a otro bajo el techo de madera putrefacta, la misma madera con la que ha sido fabricada la silla aplana nalgas de un niño vendado, el mazo sostenido firmemente deja caer su peso sobre la mesa que se destroza de un golpe; escalando la silla dos piernas se sostienen temblando trémulas; los ojos se nublan y ya no hay martillo, ni mesa en donde los siglos se vuelven vida.
La cuerda rechina de un lado a otro, con un niño colgando. En su cabeza esta una venda bien amarrada que tapan dos formas de uva bien dilatadas; centímetros más abajo mordido por los dientes, un papel con perfecta caligrafía que dice: “Que no aniquilen mis ideas,si alguien ha de hacerlo, prefiero matarlas yo mismo a puñetazos; yace aquí su suicidio, que es a la vez el mío”.
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