-Había una vez un lugar sin tiempo, el silencio perduraba a
lo largo de la eternidad y el infinito se expresaba con todo su potencial
contenido dentro de un átomo.-
Cuando estaba divagando en la dimensión etérea, comprendió que deseaba obtener la plenitud, con todas sus fuerzas buscó
respuestas; pero no tardó en darse
cuenta que se hallaba sumergido en la frenética ciudad de semáforos,
callejones, humo y superficialidad; bajo lentamente del Bus recordando que
estaba condicionado por su naturaleza
material, se vio agitado al recordar sus deudas y confundido al retroceder por
los laberintos que su mente transito durante unos segundos.
Al llegar a casa, se desplomo como era costumbre en su roído
sofá, coloco el noticiero de las 7:00, un bombardeo de titulares estallaron en
la habitación; una mujer quebrada en llanto apareció en la pantalla, daba
testimonio sobre su hijo muerto en combate, finalizo clamando entre gritos y
gemidos un culpable. -¡Maldita sociedad! -replico Juan-. Aunque sabía que sus frases
solitarias carecían de sentido frente a la realidad absurda de la guerra; impulsivamente apago el televisor.
Ese día, fue a la cama pensando en los momentos en que el
misántropo impulso le dominaba; quiso transformar esta emoción recordando la
paz que sentía al percibir los sabores, colores, olores, formas y todo tipo de
placeres sensoriales cuando comulgaba con la naturaleza. A los pocos minutos se
encontraba soñando con la vida, dispuesta como un hermoso engranaje, similar a
un reloj suizo de múltiples piezas tridimensionales, con movimientos perfectos
y multicolores trazos; se vio como una pequeña partícula dentro de una gran red
que conectaba por medio de un hilo, desde los microorganismos hasta las
estrellas conformando el tejido universal denominado vida.
Al despertar, guiado por la epifanía de la noche anterior,
fue directo a las puertas de una iglesia, escucho las palabras de un sacerdote
opulento que hablaba sobre la humildad; al salir, se encontró con un pobre
hombre hambriento y sin abrigo viéndole a los ojos en señal de auxilio; en ese
momento supo que en medio de las contradicciones humanas no se albergaba un
sentimiento de amor legítimo. Así que, horas más tarde decidió renunciar a su
materialista vida, se aisló en un templo budista, cantando día y noche Mantras,
meditando arduamente durante años, se convirtió en un Monje ejemplar,
intentando llevar una vida bondadosa para ser retribuido con el
Nirvana o la eternidad. Sin embargo, seguía sintiendo un vacío insondable muy
dentro de sí, se lamentaba profundamente porque aun sentía su existencia incompleta.
Un día salió sin decir palabra; fue en búsqueda de la
medicina de los abuelos en el Amazonas; encontrándose ya en la Maloka bebió de
una pócima secreta, el Chamán se acercó mientras agitaba unas hojas sobre su
menudo cuerpo, una extraordinaria visión se le presento: Juan, tuvo la
posibilidad de fundirse en el universo y volverse no tiempo, no espacio, no
persona, no sonido, no materia, no soledad, no carencia, no ansiedad; sino de
convertirse por fin, en la infinita fuente de autorrealización y trascendencia.
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