sábado, 1 de octubre de 2011

El péndulo del mago



Exactamente  a la media noche,  la mujer del mago se levanta a sostener el péndulo de su amado; cuando aquella mano insegura sostiene esa cadena de metal,  la mente  se dispone a encontrar en el objeto fluctuante la verdad. preguntas dicotómicas invaden la habitación, los miedos, el deseo, la dependencia, la vitalidad, las pasiones, las dudas… cada uno de los sentimientos contenidos en el amor fluyen por el palacio de voluptuosa silueta; cuando la pequeña vocecita de la consciencia toma el dominio, el  movimiento lento pero certero del péndulo, responde. 

Ella, tiene la piel blanquísima, que en esta noche se ve iluminada por la luz cálida de una lámpara; todos los acontecimientos ocurren dentro de sí; aquellas cosas que están fuera de la sábana y el péndulo que ella retiene, no existen. En esta ocasión prefiere cerrar los ojos, de esta forma, la reacción producida por las respuestas, será más llevadera. Lo primero que se distingue es un sombrero de copa, bajo esté, unas cuantas cartas extendidas en una franela roja, el color pasión penetrante, dos cejas marcadas, la voz; es su mago.  A diferencia de la limitada cuestión que ella se ha planteado, el péndulo la transporta a una inagotable fuente de alternativas que empiezan a surgir desde el objeto ahora inquieto.

La vemos asombrada y nerviosa, trata de explicar el truco, permanece con la mirada atenta, con sus ojos sin parpadear; pero su mago es tan ágil, que ni por un segundo deja escapar de sus dedos el misterio. Las cuatro ases de la baraja salen sin problema, espontáneamente.
  -Imposible, se dice.
- ¡ya lo descubriré!.

El péndulo sigue oscilando, esta vez, un cuerpo se balancea al compás de un abracadabra, la magia se desenvuelve en forma de caricia, es el éxtasis: Roce entre labios, yemas sobre los ojos, sobre la piel que se impregna de secretos.
¿Querías descubrir mis trucos pequeña hada? Ahora están en tu piel, basta con que los espolvorees con tu magia para que poseas todas mis verdades.

El péndulo se detiene, un recuerdo fatal le agobia, la memoria de las sensaciones. Ella empieza a llorar desconsoladamente, la culpa se vuelve insoportable, se desplaza por sus alas, sabe que fue un error sacudirlas por el mundo, que en cada vuelo, un aterrizaje forzoso se presiente. El deterioro de los tesoros de su mago se daba, cada vez que ella con un buen pretexto  lo detestaba; por odioso, por engreído, por petulante, por ingrato…desde el sudor y la tinta de su piel, caía roció acido sobre las flores, simultáneamente moría un trozo extraordinario de mago.
El péndulo se mueve errante, el indómito impulso de la tristeza lo maneja; El cuerpo del mago se pierde levitando, se ve en su rostro decadencia, unas manos deformes se despiden de ella; es una ilusión, un hipnotizado muñeco en dirección a la fantasía.


Es el corazón, el péndulo es su propio corazón; quien la transporta a una nación de delitos inexistentes; en donde  el sentimiento fundamental se parece a la admiración y a la incredibilidad, al odio y a un desproporcionado capricho; sensación i-real  que a través de actos de magia, revive a las almas casi crudas.
Sí, aún te ama. Responde el péndulo de izquierda a derecha; lo hace aunque él ya no exista.

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