Madrugada
El amanecer tiene alma de escritor pasivo, olvidado; lo más probable. Cuando a esa hora los cuerpos se levantan a jalonados agudos de gritos y despertadores, los vemos negros, batidos por alcohol y besos impersonales; la ausencia se toma el lugar, con el derecho a cuestionar los actos; al parecer, perdidos en la memoria imposibilitada de reproducir la acción en sí misma. Se apropia la razón que culpa a la bestialidad e irresponsabilidad de los apasionados y aventureros.
El amanecer tiene alma de escritor pasivo, olvidado; lo más probable. Cuando a esa hora los cuerpos se levantan a jalonados agudos de gritos y despertadores, los vemos negros, batidos por alcohol y besos impersonales; la ausencia se toma el lugar, con el derecho a cuestionar los actos; al parecer, perdidos en la memoria imposibilitada de reproducir la acción en sí misma. Se apropia la razón que culpa a la bestialidad e irresponsabilidad de los apasionados y aventureros.
EL primer pensamiento viene a la memoria, reprochable y temido como un repentino rayo de conciencia, nos quema el poco sentido común brindado por las descargas en las almohadas; termina por recordarnos al ser inexistente que nos martiriza. En el caso de que un recuerdo pueda llegar a ser bello y terrible, será El.
Estiramos de manera simultánea todo nuestro cuerpo, pretendiendo sacar fuera de nosotros la suciedad de la ciudad, que se han pegado como una peste mas allá de nuestra piel, pero es un infeliz intento, los feroces bostezos no apaguen luces noctambulas, nada puede reemplazar al alcohol y al humo, absolutamente ningún medio suplanta a la noción de nuestra individualidad sucesiva, la soledad.
Estiramos de manera simultánea todo nuestro cuerpo, pretendiendo sacar fuera de nosotros la suciedad de la ciudad, que se han pegado como una peste mas allá de nuestra piel, pero es un infeliz intento, los feroces bostezos no apaguen luces noctambulas, nada puede reemplazar al alcohol y al humo, absolutamente ningún medio suplanta a la noción de nuestra individualidad sucesiva, la soledad.
En diez mil pedazos de polvo.
el polvo, que vuelve a la tierra.
el polvo, que vuelve a la tierra.
Los fragmentos de segundos ya extendidos en nuestro despertar, se cuelan a través de la ventana. un calor similar al sofoco de la mañana, dicta que nos apresuremos al baño, a destilarnos el cuerpo de todas las agitaciones que la noche, entre acontecimientos y sueños nos ha podido brindar; aquello que es muy compacto, se prolonga; lo difuso, lo arrebata la brisa vespertina.
Nos limpiamos con amor, con el propósito de remendar el cuerpo. El agua cae, cantamos desde el diafragma, hay un sonido distorsionado entre el vapor y junto a este una sensación de adormecimiento y melancolía.
Me encanto.
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