sábado, 20 de agosto de 2011

Me gusta hablar sobre mis sueños, porque se originan en el centro mismo del excentricismo; revivió las historias más elocuentes a través de delirantes personajes ilógicos. El más impredecible de estos seres, es el que lleva el pilotaje del desvarió y la inconsciencia:
El sueño que más me ha dominado, inicia en un enorme salón, de techo alto, del cual caían telas de colores, a las que los asistentes al curso del profesor Harry, permanecían con sus piernas y manos aferradas, sus cuerpos estaban estáticos entre el cielo y el suelo; de repente una grito potente y salvaje hace rebotar las telas que nos sostienen; un baile exótico y brincon comienza; las tiras y los cuerpos se entremezclan, parecen destellos de un mismo cosmos, juegos de estelas descomprimidas.
Salgo del taller, he adquirido el poder de volar; voy retozona por las aldeas, por los pastizales; incluso, por los cuartos oscuros de mi mente; allí, me encuentro con calurosos personajes que me envuelven, me llevan junto al humo hasta un enorme microscopio. ¡Ves la mitocondia!, preguntaba ansiosa Natis, cuando yo con esfuerzo, distinguía unos minúsculos intestinos fluorescentes regurgitando- dibújala.
Cuando yo me disponía a tomar el lápiz y el papel, apareció del mismo humo que permanecía  a mi lado una presencia negra, de facciones borrosas; que con actitud entrometida, ataco y derrumbo nuestro laboratorio improvisado. De forma que yo, Salí en su persecución.
Intente retener la espuma y el aroma a alcohol y fresas en mi olfato, lo fui siguiendo por oscuros pasadizos,  hasta que, el penetrante olor a frutas maduras se atropella en mi hocico; abro mis ojos, descubro una enorme cisterna en la cual descansan pequeñísimos humanos organizados radialmente, cada una de estas líneas se ve claramente diferenciadas por el color de piel de los pequeños; que danzan como manecillas sin tiempo o espacio, de arriba abajo, de un lado a otro, siempre unidos a su posición; me veo hipnotizada por un espectáculo bellísimo, circular, multicolorifico.
En el climax del show, un vapor fluido eclipsa los matices, y del centro emerge el mismo sujeto destructivo que trajo a este sitio; una mano se extiende, hay una primera explosión;  luego el segundo brazo indica hacia el cielo, es el segundo estallido que paraliza; tres, el tercer brazo, yacente de el estomago, bombardea y colapsa  cualquier señal de movimiento.
Me levanto, envenenada por un hedor mortesino; me acerco a la cisterna he intento recuperar a los fetos humanos de; pero es inútil, pretendo hallar al malhechor, me abro paso pateando los cuerpos  de los cuales brotan venas y gritos estridentes; entro al centro, allí, a través del polvo, un montículo de lodo negro.



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