Lo que tengo por decirle a las historias, es que dejen de ser tan patéticas y cursis; que se liberen un poco de ese yugo de pecado que me han hecho sentir asqueada de los instintos y las aventuras.
Pues hoy precisamente; cuando veo a las historias difusas, crudas y repentinas me parecen fantásticas; son toda una aventura con olor a hormonas.
Le tengo que decir al amor que deje de ser mediocre, si tal vez lo intentara, yo le daría mas que palabras, incluso; dejaría que me alcanzara.
Tengo que comentarle a las palabras que son innecesaria cuando son solo construcciones necesitadas de los solitarios; ya me he independizado de su charlataneria.
Debo reprender al ego, por ser tan alto que se estrella abruptamente.
Tengo que felicitar a la voluntad, por ser tan ingenua de seguir luchado por los imposibles.
Tengo que escupir a la indolencia, por ser tan hipócrita.
Me veo obligada a subordinar a la autoridad por imbécil.
Es merecedora de un aplauso la actuación, que trae con sigo la farándula.
Es indispensable señalar al corazón, hay que asignarle como tutor a la razón.
Hay que decirles a todos que son unos idiotas, unos por excesivos, otros por reprimidos.
Pero las mas culpables de todas las historias, son aquellas que nunca se permitieron vivir por el miedo errar.
Y ni para que el intento, si al fin al cabo siempre se pierde, se gana, se siente, se disfruta, se desola, se desorienta, se parte en mil, se construye, se experimenta la muerte.
Sinceramente, yo.
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