domingo, 8 de marzo de 2015

Ahora hablamos de palabra viva, no de aquella que el tiempo olvida, ni  que los sótanos convierten en deslucidas  y lejanas melancolías; ahora tenemos la palabra impresa en nuestro volar, en los sueños que realizamos a diario, en las certezas que nos dan las historias de nuestros abuelos, en el puro amor que los niños nos brindan, en el claro camino que se extiende cuando se abraza a un hermano, en la palabra compartida por la familia que se extiende más allá de las fronteras ficticias de un sistema que se va a  desplomar.
Somos palabra de esperanza y acción, somos palabra de corazón a corazón, somos y no somos palabra, porque en los símbolos sagrados de nuestro ser, se halla un código indescifrable un lenguaje divino que trasciende las letras, que es contundente en la medida que su energía se integra al sistema hermoso, dinámico y sincrónico de la vida.
La vida no  es algo material, es el aliento que nos impulsa, es el Atma a nuestro  cuerpo, es la fuerza, la inteligencia suprema  que abarca todos los sistemas orgánicos, nada está fuera de su alcance, quien cree en la vida, ya se encuentra en ella.


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