Ahora hablamos de palabra viva,
no de aquella que el tiempo olvida, ni
que los sótanos convierten en deslucidas
y lejanas melancolías; ahora tenemos la palabra impresa en nuestro
volar, en los sueños que realizamos a diario, en las certezas que nos dan las historias
de nuestros abuelos, en el puro amor que los niños nos brindan, en el claro
camino que se extiende cuando se abraza a un hermano, en la palabra compartida
por la familia que se extiende más allá de las fronteras ficticias de un
sistema que se va a desplomar.
Somos palabra de esperanza y acción, somos palabra de corazón a corazón, somos y no somos palabra, porque en los símbolos sagrados de nuestro ser, se halla un código indescifrable un lenguaje divino que trasciende las letras, que es contundente en la medida que su energía se integra al sistema hermoso, dinámico y sincrónico de la vida.
La vida no es algo material, es el aliento que nos impulsa, es el Atma a nuestro cuerpo, es la fuerza, la inteligencia suprema que abarca todos los sistemas orgánicos, nada está fuera de su alcance, quien cree en la vida, ya se encuentra en ella.
Somos palabra de esperanza y acción, somos palabra de corazón a corazón, somos y no somos palabra, porque en los símbolos sagrados de nuestro ser, se halla un código indescifrable un lenguaje divino que trasciende las letras, que es contundente en la medida que su energía se integra al sistema hermoso, dinámico y sincrónico de la vida.
La vida no es algo material, es el aliento que nos impulsa, es el Atma a nuestro cuerpo, es la fuerza, la inteligencia suprema que abarca todos los sistemas orgánicos, nada está fuera de su alcance, quien cree en la vida, ya se encuentra en ella.
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