sábado, 9 de julio de 2011

De la probable muerte.


Anita, Leito y Albertico son los acianos que mas recuerdo de cuando estuve realizando un voluntariado en un hogar geriátrico; recuerdo, por ejemplo, cuando llegaba la hora de despedida, Leito siempre se  quedaba mirando hacia la ventana esperando que algún día volviéramos; y volvíamos, entonces nos despedía con la mano y algunas lagrimitas que yo desde abajo alcanzaba a distinguir. Ella tenia un rostro dulce, cargado de nostalgia y recuerdos, yo me sentaba en su cama, leía algún libro, me sentaba a escucharle sus historias que eran tantas que ahora no recuerdo, esa memoria difusa la sacaba ella por medio de fotografías; cada uno de sus muertos eran desempolvados y mostrados a mis ojos, pero, Leito probablemente ya este muerta, a de estar con su hija fallecida, con su esposo. El hijo ingrato a de tener el mismo destino, quisa dopado con el sonido de la espera, de el televisor que ella mantenía prendido.



 Anita fue una mujer destinada a las llagas, a tener que rodar con esfuerzo sobre su estrecha cama; a orar durante horas a su virgen santa que le daba esperanza, su Madre de dios. Anita tenia un cuarto pequeño, que olía a orín acumulado entre las piernas, a Frida Kahlo resignada; su elemento favorito era un radio que mantenía en sintoniza con los cantos sagrados de las divinidades. Cuando yo pasaba a saludarla, me acuerdo de su alegría, pero también de su desdicha cotidiana, lo impresionante es su poder de conformismo; la muerte que ella esperanzada quería acariciar.


 Albertico, el niño simpaticon,tenia siempre un sueño excepcional, que solo se espantaba para saludar a las pequeñas damiselas que con ternura lo trataron, pues al recibir esa mirada sonriente y ese cariñito de su cuerpo pequeñito, daban ganas de quedarse queriéndolo. 
Las mujeres de Jose, le hicieron perder la cabeza; el rumbo, la radio de noticias, todo quedo gravado en su bastón y su pierna que estaba casi destrozada por un camión.
El lloro también cuando yo me fui, quisa porque tenia la certeza de que ya nunca me volvería  a ver; nunca abandone a mis viejos, pero reconozco que cuando estaba con ellos la melancolía del tiempo me afecto incontroladamente, yo quise dejarles alguna compañía para que llevaran a su encuentro con la muerte.
















Digo que están muertos por pura intuición, por sentir el paso de mis pocos años en el corazón.Todos hemos de pasar por mil muertes en vida,  para luego abarcar ese destino incierto.
"Para revivir a los muertos, hay que recordarlos"

1 comentario:

  1. Me encanto!...
    Realmente este es los POCOS que siento salen de lo mas profundo.
    MUa.
    PTR
    ♫...

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