miércoles, 16 de julio de 2014

La libertad de nuestro espíritu como destino

I
Somos soñadores, caminantes y aprendices eternos; nuestros pasos coinciden en un mismo destino, la trascendencia. En el sendero de la vida nos encontramos con los lugares que nos dotan de fuerza, nuestros hermanos nos encaminan hacia la utopía colectiva de la nueva tierra, las civilizaciones del pasado  nos dan las claves para edificar un planeta en armonía, nuestra identidad es universal, una visión renovadora nos penetra, hasta que nos convertimos en una misma mente y un mismo corazón sirviendo al unísono a un propósito divino. Aquí y ahora es momento de vivir.
II
Los bosques encantados de nuestro interior, renuevan los instintos del aro-iris; no existen los limites en el plano mas sutil de la naturaleza, los colores del paraíso terrenal indican el destino de los caminantes delirantes de vida, viajeros de las maravillas existenciales del ser.
III

 Estuve buscando un lugar sin tiempo ni espacio, pero los velos de Maya me atrapaban en divagaciones sin salida, los laberintos de mi mente me llevaban a reproducir escenas distorsionadas del pasado que ataban mi alma a círculos viciosos, llenos de sentimentalismos; idealice figuras de seres humanos y a ellas les rendí culto, mi corazón se sometió a sentimentalismos añejos; hasta que me determine a emprender una búsqueda profunda hacia el interior y empecé a vislumbrar una paz más allá de las preocupaciones y apegos de mi vida terrenal, recordé que lo esencial yacía bajo las apariencias y se develaba en el instante de la eternidad universal. Esta epifanía pudo brindarme luces en mi diario vivir, para que cuando apareciera la confusión pudiera tener un fundamento espiritual mucho más poderoso que los deseos mundanos, que me instaba a superar las egoístas aspiraciones de adquirir riquezas, honor, reconocimiento; ya que encontraba una fuente inagotable de saciedad en el conocimiento, un eterno pasatiempo de perfeccionamiento y un gran desafío, el de liberarnos.
IV

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