I
Somos soñadores, caminantes y
aprendices eternos; nuestros pasos coinciden en un mismo destino, la trascendencia.
En el sendero de la vida nos encontramos con los lugares que nos dotan de
fuerza, nuestros hermanos nos encaminan hacia la utopía colectiva de la nueva
tierra, las civilizaciones del pasado nos dan las claves para edificar un planeta en
armonía, nuestra identidad es universal, una visión renovadora nos penetra,
hasta que nos convertimos en una misma mente y un mismo corazón sirviendo al unísono
a un propósito divino. Aquí y ahora es momento de vivir.
II
Los bosques encantados de nuestro interior, renuevan los instintos del aro-iris; no existen los limites en el plano mas sutil de la naturaleza, los colores del paraíso terrenal indican el destino de los caminantes delirantes de vida, viajeros de las maravillas existenciales del ser.
III
Estuve buscando un
lugar sin tiempo ni espacio, pero los velos de Maya me atrapaban en
divagaciones sin salida, los laberintos de mi mente me llevaban a reproducir
escenas distorsionadas del pasado que ataban mi alma a círculos viciosos,
llenos de sentimentalismos; idealice figuras de seres humanos y a ellas les rendí
culto, mi corazón se sometió a sentimentalismos añejos; hasta que me determine
a emprender una búsqueda profunda hacia el interior y empecé a vislumbrar una
paz más allá de las preocupaciones y apegos de mi vida terrenal, recordé que lo
esencial yacía bajo las apariencias y se develaba en el instante de la
eternidad universal. Esta epifanía pudo brindarme luces en mi diario vivir, para
que cuando apareciera la confusión pudiera tener un fundamento espiritual mucho
más poderoso que los deseos mundanos, que me instaba a superar las egoístas aspiraciones
de adquirir riquezas, honor, reconocimiento; ya que encontraba una fuente
inagotable de saciedad en el conocimiento, un eterno pasatiempo de
perfeccionamiento y un gran desafío, el de liberarnos.
IV
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