Vislumbro el horizonte, mas no puedo distinguir con
exactitud lo que este me depara. Solo puedo sentir la emoción desde mi centro impulsándome
a dar un salto hacia lo inconmensurable.
Veo el pasado, como eso que me permitió llegar a mi
presente; sé que en los procesos nadie es indispensable y aunque me costó
asimilarlo, hoy puedo transitar sin apego a estos; pues entiendo, que el fruto
de la realización se aproxima a mi vida a cada paso. Porque entiendo que los
sueños y propósitos que me he venido trazando tienen una forma particular de
implosionar y detonarse en el tiempo apropiado.
No tiene sentido aferrarse a ninguna ilusión o teatrino, pues
la libertad ha de ser nuestro destino. Esa que se alcanza resolviéndose en el
tejido interior, en el reordenamiento de los hilos de nuestras relaciones próximas,
en la esencia del acompañar realista, en la lealtad de nuestros procesos y
emociones.
¿Qué estructura podrá contener tu ferviente deseo por ser
libre de exigencias? ¿Quién podrá negarte ser? ¿Podrán acallar tu indomable
instinto por vivir siendo coherente con tu llamado interior? Nadie podrá
someter tu naturaleza innata. Cualquier
intento de apaciguarte será un esfuerzo en vano. Porque los seres
sentipensantemente libres NUNCA cesaran de enunciar con orgullo sus
convicciones, pues su carácter indómito los llevara naturalmente hacia una incesante
lluvia de satisfacciones; la magia y el
destino revelaran la causa de sus pasos, los cuales dejan un rastro autofloreciente
en las ruinas del sistema.
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