El ser aspira crecer en integridad, cuando toma esta decisión se ve enfrentado
ante un enorme espejo que refleja sus más íntimos sentimientos, su figura
fractal quebrantada debe recomponerse pedazo a pedazo conocerse milímetro a milímetro,
desenmascararse, hasta quedar completamente despojado de lo que creía era su
fortaleza; cuando el ser emprende esta profunda búsqueda, el temor se
acerca con muecas y maromas, diciendo “no lo lograras, sigue la ilusión de la
burla, de la superficie, de la vanidad…así adquirirás poder”.
Pero, el ser ignora este llamado, aun sintiendo dolor y vacío decide
profundizar más y más, limpiando sus heridas
ocultas, aprendiendo de las circunstancias, sumergiéndose en la perpetua
blancura de su interior donde una voz lucida y antiquísima le habla: “Busca lo
divino en todas las cosas, no te dejes engañar por la apariencia, pues el
verdadero poder yace en tu interior”.
Poco a poco, todas sus caretas, rencores, ausencias,
frustraciones y desacuerdos desaparecen, pues al fin ha dado los primeros pasos
mediante sus propias exploraciones, aspirando al conocimiento verdadero desde
un viaje infinito a su interior, allí donde todo conocimiento es descubierto,
donde el saber se desarrolla por medio de la atención, donde el amor fluye y se
expande; el mismo ser que se proyecta hacia los otros, viviendo desde su centro
inquebrantable, sano y eterno.