Tiempo Equinoccial
Día y noche se equilibran para dar rienda a la rueda del tiempo. Cronos se asoma, recordando que el cambio es ahora, que no podemos seguir postergando lo impajaritable... Y voluntaria o involuntariamente, nos vemos sumergidos en una experiencia de cuarentena, de encuevarnos, de volver hacia nosotrxs mismxs, a revisar nuestras prioridades; pues esta vez, el sentido de la vida misma se pone en el renglón principal de nuestra agenda.
¿Podremos seguir trasegando por la vida sin darle el valor que merece?
O, por el contrario, ¿Tenemos el reto inmediato de hacer de nuestra vida el campo de realización, transición y plenitud que hemos soñado?
Si apreciamos la vida que se nos otorga como regalo, podremos en definitiva identificar que nos mueve a sostenerla, que nos inspira a habitarla y cuál es esa razón inmanente por la cual encarnamos en este tiempo de transformación.
Darle un sentido a nuestra propia existencia, nos permite identificar nuestra misión; la cual está más allá de cualquier autolimite al que nos hallamos aferrado...
Apreciar la vida, es entender que somos efímeros; pero que día a día debemos dejar un rastro, una semilla benévola para los que vienen delante nuestro: niños y niñas que habitan la esperanza, que nacen sin condicionamientos, y que gracias a la trocha que hemos abierto, pueden caminar más ligeros por el sendero de la riqueza espiritual.
La naturaleza es altruista y nos demuestra que en diversos planos nos encontramos interconectados; que al vuelo de una mariposa le sigue una onda y que esa onda transmite un mensaje al universo. Por eso, nuestros pensamientos, hábitos y hasta la forma en la que hacemos uso de nuestro tiempo; trazan, no solo el destino de nuestro círculo inmediato, sino el de nuestra tribu.
Nadie dijo que el cambio sería un proceso apacible; la historia, nos ha mostrado que los cambios también conllevan quebrantamientos; que los Titanics de la sociedad moderna se pueden hundir con el iceberg de una epidemia, que el mundo debe parar y aprovechar la cuarentena para respirar concientemente, para reevaluar su rumbo. Si entendemos el mensaje, más allá de nuestros deseos ególatras, podremos avanzar hacia una sociedad menos materialista.
El reto hoy consiste, en despertar a un sentido de colectividad e interdependencia en la matriz de la madre vida; donde el cuidado y la reciprocidad deben ser pilares fundamentales, para garantizar la sostenibilidad de nuestro hogar, la tierra.
El globo mismo está en un estado de restauración, de resignificación y evolución. Cada unx debe reorientar sus pasos, realizar su misión, zafarse de condicionamientos, depurar su mente, cuerpo y espíritu; emprender un viaje interior hacia la profundidad del ser, que le permita reconocer la unidad, y a partir de allí, ofrendar toda su capacidad al servicio de la vida misma. ¡Despertemos del letargo!
Día y noche se equilibran para dar rienda a la rueda del tiempo. Cronos se asoma, recordando que el cambio es ahora, que no podemos seguir postergando lo impajaritable... Y voluntaria o involuntariamente, nos vemos sumergidos en una experiencia de cuarentena, de encuevarnos, de volver hacia nosotrxs mismxs, a revisar nuestras prioridades; pues esta vez, el sentido de la vida misma se pone en el renglón principal de nuestra agenda.
¿Podremos seguir trasegando por la vida sin darle el valor que merece?
O, por el contrario, ¿Tenemos el reto inmediato de hacer de nuestra vida el campo de realización, transición y plenitud que hemos soñado?
Si apreciamos la vida que se nos otorga como regalo, podremos en definitiva identificar que nos mueve a sostenerla, que nos inspira a habitarla y cuál es esa razón inmanente por la cual encarnamos en este tiempo de transformación.
Darle un sentido a nuestra propia existencia, nos permite identificar nuestra misión; la cual está más allá de cualquier autolimite al que nos hallamos aferrado...
Apreciar la vida, es entender que somos efímeros; pero que día a día debemos dejar un rastro, una semilla benévola para los que vienen delante nuestro: niños y niñas que habitan la esperanza, que nacen sin condicionamientos, y que gracias a la trocha que hemos abierto, pueden caminar más ligeros por el sendero de la riqueza espiritual.
La naturaleza es altruista y nos demuestra que en diversos planos nos encontramos interconectados; que al vuelo de una mariposa le sigue una onda y que esa onda transmite un mensaje al universo. Por eso, nuestros pensamientos, hábitos y hasta la forma en la que hacemos uso de nuestro tiempo; trazan, no solo el destino de nuestro círculo inmediato, sino el de nuestra tribu.
Nadie dijo que el cambio sería un proceso apacible; la historia, nos ha mostrado que los cambios también conllevan quebrantamientos; que los Titanics de la sociedad moderna se pueden hundir con el iceberg de una epidemia, que el mundo debe parar y aprovechar la cuarentena para respirar concientemente, para reevaluar su rumbo. Si entendemos el mensaje, más allá de nuestros deseos ególatras, podremos avanzar hacia una sociedad menos materialista.
El reto hoy consiste, en despertar a un sentido de colectividad e interdependencia en la matriz de la madre vida; donde el cuidado y la reciprocidad deben ser pilares fundamentales, para garantizar la sostenibilidad de nuestro hogar, la tierra.
El globo mismo está en un estado de restauración, de resignificación y evolución. Cada unx debe reorientar sus pasos, realizar su misión, zafarse de condicionamientos, depurar su mente, cuerpo y espíritu; emprender un viaje interior hacia la profundidad del ser, que le permita reconocer la unidad, y a partir de allí, ofrendar toda su capacidad al servicio de la vida misma. ¡Despertemos del letargo!
Fractal Aro-Iris 20/03/2020
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