La forma es solo la cascara de un
misterio más profundo, la creación es un hermoso engranaje compuesto por
diversas formas de percepción, en un
universo donde todo está vivo he interrelacionado, se empiezan a
manifestar elementos con determinadas gradaciones de vibración, esto nos
permite sentirlos, recrearlos y conceptualizarlos; la realidad que observamos
es un maravilloso flujo de energía
integrador, nuestro cuerpo se compone de los mismos fractales que el resto de
la existencia, pertenecemos a este tejido de geométricas figuras sincronizadas
con el ritmo de la fuente; en este punto podemos reconocer nuestra conexión con
el todo; cuando somos conscientes de que en cada segundo reconstruimos nuestra
realidad, un potencial infinito se presenta ante nuestra mente; donde la separación
se ha calificado como ilusión, renace el estado de unión donde la dualidad es
reemplazada; nuestra aspiración a experimentar esto sin ataduras es un poderoso
impulso que guía nuestro ser a una posición más respetuosa con la naturaleza
que nos alimenta.
Aunque somos el resultado de esta
dinámica orgánica, la globalización de una mentalidad necrófila que promueve el consumo de ilusiones nos ha
negado nuestro natural impulso para seguir una cultura diferente, donde se
erradica la contradicción existente entre esta sociedad y la naturaleza; siendo
nuestro objetivo el vivir armónicamente en la naturaleza, donde no se violen sus
leyes, que son cíclicas y renovables; sino donde, sabiamente nos adaptaremos a
su ritmo, respirando la pureza del bien-estar espiritual.